Empecé a vivir a los 40

Me encanta cuando la gente dice que “los 40 de hoy, son los 20 del pasado”, y no lo digo solo porque me conviene, sino, porque también lo siento.

Una mujer de mi generación a los 18 años está demasiado ocupada pensando en la preparación profesional para tener un buen empleo. A los 26 su tiempo es consumido entre la labor de madre, esposa y las jornadas de trabajo.

Así fue mi historia. Y como otras, llegué a los 30 con una inmensa mochila de culpa por no haber materializado un sinnúmero de metas que fui dejando en el olvido. A los 35 mis hijos habían crecido, tenía un hogar y un trabajo estable y decenas de capítulos por cerrar. Pero la sociedad se empeña en hacernos creer que ya solo tienes tiempo para seguir el juego a la rutina.

¡Pues no!

La sorpresa fue que, cuando cumplí 40, en vez de sentir que el envejecimiento era un proceso miserable en el que iría perdiendo encanto y capacidades, de una manera uniforme, y en muchos aspectos distintos, empecé a ser más feliz.

No tengo comprobación científica ni médica, pero a los 40 el cerebro se vuelve más resistente al estrés, cada día se experimenta menos remordimientos al comer una pizza o al salir con amigas. Te transformas en una persona más positiva, inicias hábitos saludables, emocionalmente eres menos volátil, incluso, puedes desarrollar un misterioso y peligroso don para detectar a las personas falsas creando una coraza de protección frente al daño emocional.

Lo que aprendes

A los 40 me di cuenta de lo efímera que es la vida. Y ya no guardo café para tomar ‘algún día’ con una amiga.

Curiosamente, me atreví a emprender ¿Quién dijo que solo los jóvenes tienen derecho? Despertó el deseo de ascender a nivel profesional, y volví a las aulas.

La juventud y el entusiasmo no están en la franja de edad, sino en cómo encaramos el día a día, en los objetivos que nos planteamos, en la ilusión de querer seguir viviendo nuevas experiencias que nos enriquezcan como seres humanos.

Aprendes a quererte, a respetarte, y a hacer valer tu tiempo. Ya sabes lo que quieres de la vida y no te conformas sencillamente solo con lo que te ofrecen. Te arriesgas a ser tú misma, sin miedos, sin limitaciones, sin juzgarte y sin importar lo que otros puedan pensar.

Esa gracia

Una mujer de 40 o más, anida la templanza y la sabiduría de quien sabe que puede nutrirse a sí misma y a los demás con la conexión que ha desarrollado con su interior.

A esta edad te has equivocado tanto que ya conoces el camino que lleva al éxito. Sabes decidir qué te hace sentir bien y qué situaciones merecen atención. Te sientes segura de las decisiones, empiezas a reconocer prioridades y el espíritu se hace cómplice de la fortaleza.

A los 40 empecé a pisar fuerte, y a crear balance emocional y personal. A pasar lista de los pendientes y a vivir intensamente cada día. Hoy, que ya van lejos los 40, me atrevo a asegurar que es la mejor etapa de la vida de una mujer, y la seguiré disfrutando.