Lo que la pandemia del Covid-19 nos quiere quitar

Cada día, a las 5:30 de la mañana, el reloj avisa que ha llegado el momento de despertar, agradecer y continuar. Hace tantos años que vivo esta rutina que no recuerdo cuando empezó. Lo que si tengo plasmado en mi memoria es lo mejor que sucede cada día, como llevar a mis hijos al colegio. Para muchos, una tortura, para mí la reafirmación del compromiso de acompañarlos en el camino hacia la formación.

De esos momentos bonitos que el privilegio de la maternidad nos regala, verlos colocarse en posición para rendir homenaje a la Bandera Nacional, es uno de los que más atesoro. Quizá porque cuando era estudiante esperaba con ansias el día que me asignaban para izar el símbolo patrio. Recuerdo que siempre llevaba el pelo suelto, esa era también una puesta en escena.

Añoranzas

En esta época difícil que todos estamos viviendo, agradezco que la tecnología permita que los estudiantes continúen cursando el año escolar,  de hecho, me satisface saber que la pandemia no ha podido detener su deseo de avanzar. Pero confieso que ver a mi hijo sentarse en la sala a estudiar, sin vivir a diario uno de los episodios más sublimes de la etapa escolar, me causa pesar. Espero que pronto pueda recuperar los encuentros de recreo, las ‘juntaderas’ por cumpleaños, las risas en los pasillos y todos esos detalles que hacen de la etapa escolar una de las favoritas.

Mi vida de profesora

Una de las mejores decisiones que he tomado ha sido enrolarme como facilitadora. Amo las aulas, compartir con los estudiantes, aprender de ellos, intercambiar conceptos… en fin, esa magia que se percibe cara a cara, y que nos hace seres humanos. Es verdad que no es sabio desperdiciar el tiempo quejándonos, debemos adaptarnos a las circunstancias de forma valiente y positiva, pero esta actitud no le resta valor a un buen recuerdo. Las clases virtuales ya serán parte de las ofertas académicas, y han significado un verdadero reto, pero el proceso ha sido clave para crecer y aprender. Ahora, y sin querer, he irrumpido en la intimidad de muchos hogares a través de Zoom, estamos experimentando un nuevo tipo de cercanía, una en la que todos perdemos la confidencialidad que guarda implícita el aula. Y sí,  extraño los debates, esos que hacen a más de uno defender con furia su punto de vista, una de mis partes favoritas de la enseñanza. Por ahora, profesores y estudiantes seguiremos adelante desde cualquier rinconcito del hogar con la esperanza de volver a las aulas, porque no dejaremos que la pandemia se lleve el deseo de encontrarnos.