… Y si fueran eternos los abuelos

De los mejores recuerdos que guarda mi memoria, muchos están relacionados con mis abuelos. He tenido el privilegio de disfrutarlos por mucho tiempo y eso es una gran bendición.

A mis abuelos paternos, que ya descansan con el Señor, los amé intensamente. Era su casa mi lugar favorito para las vacaciones de verano y fue mi abuela, modista, una influencia importante para mi interés por la industria de la moda. Con ella iba a las grandes tiendas del ‘pueblo’, en La Vega, y me perdía entre los rollos de tela ansiosa por tocar todo. 

De mi abuelo recuerdo su garbo y elegancia. Con un sombrero y un tabaco parecía un caballero de alguna película de la época. Solía contar muchas historias, pienso que quizá, sin proponérselo, me motivó a escribir. De sus anécdotas nunca supe cuáles eran realidad y cuales eran ficción, pero eso ya no importa, quedarme con la duda me hace recordarlo y reír.

Una fortuna

A mis abuelos maternos gozo del privilegio de tenerlos vivos, y siguen siendo fuente inagotable de amor. En ellos siempre encontré un consejo, una enseñanza, una inspiración. Las comidas de mi abuela tenían un sabor distinto, su casa tiene un aroma dulce, inexplicable, pero que, de alguna manera logra conectarme con el bienestar y la seguridad.

Mis abuelos siempre me dieron más que lo yo podía darles. Con generosidad he tenido un lugar en su casa y un plato en su mesa. En sus años de juventud, recuerdo que mi abuela era experta en minimizar los problemas. Cualquier preocupación ella planteaba que “eso se resolvería”, y lograba que así fuera. Siempre pendiente y dispuesta para apoyar a sus nietos.

Mi abuelo materno ya tiene pasados los 90 años, pero es fuerte como roble. Esta lucido, animado, y gracias a Dios en salud. Mi abuela no ha tenido la misma suerte. Hace muchos años el alzheimer le arrebató su memoria… y su vida.

En gratitud

Para bien o para mal el reloj de la vida no se detiene, y es un dictador de sangre fría que no comprende de méritos ni de enterezas. No tiene idea de lo mucho que se aman los abuelos y de lo difícil que es ver como poco a poco se van apagando.

Pero es justo estar agradecidos. Por el hecho de tener abuelos, de la oportunidad de abrazarlos, por tantos momentos maravillosos para recordar y para contar a nuestros nietos, por los besos, los consentimientos y la ternura. Ojalá Dios pudiera conceder un deseo que estoy segura está también en el corazón de muchas personas: ¿Podrían ser eternos los abuelos? Mientras tanto disfrutemos cada día.