Un día decidí cambiar el orden de mis prioridades y empecé a estructurar la vida que yo quería vivir. Sabía que tenía mucho potencial, pero me aterraba la idea de hacerlo visible.
Como muchos, he tenido miedo al emprender un camino distinto. He sentido culpa por alejarme de mis hijos y dedicar tiempo para prepararme profesionalmente; y más de una vez me sentí frustrada.
Pero detenerme nunca fue una opción. Dios ha guiado mi vida por un sendero de luz y ha permitido que personas maravillosas, quizá sin proponérselo, fueran fuente de sabiduría para crecer, para aprender.