El príncipe Felipe planeó los detalles de su propio funeral
Tras 73 años de matrimonio, acompañada por solo 30 personas de su íntimo círculo familiar, y bajo la mirada de millones de personas en el mundo, la reina Isabel se enfrentó a uno de los momentos más tristes y difíciles que puede protagonizar una esposa: la despedida de su consorte, el príncipe Felipe.
La sobria ceremonia funeral se realizó al estilo militar con mascarillas y pocos invitados debido a la pandemia. Inició con un minuto de silencio antes del oficio religioso en San Jorge, la capilla gótica del siglo XV situada en el casi milenario castillo de Windsor.
Los cuatro hijos y varios de los nietos de la pareja real caminaron cabizbajos detrás del Land Rover que transportaba el féretro. La reina Isabel les siguió en un automóvil Bentley oficial, con una dama de compañía. La monarca, que el miércoles 21 de abril cumple 95 años, se sentó sola en la capilla para despedir a su esposo, el hombre con quien se casó siendo princesa, en 1947 y cuya muerte la deja sola en el ocaso de su reinado.
Curiosamente, fue el mismo príncipe Felipe quien planeó cada detalle de su propio funeral. Durante 18 años supervisó todos los puntos de la ceremonia y se aseguró de que ésta reflejara el legado que ha dejado como consorte real durante un periodo de casi siete décadas.
En varias ocasiones el príncipe Felipe había expresado su deseo de una ceremonia sencilla, sin las excentricidades propias de la realeza. Entre sus deseos para ser despedido, el duque tuvo en cuenta un gesto afectivo de gran significado: en su carruaje, que formó parte de la procesión, además de su gorra y sus guantes, dejó una pequeña caja de color rojo donde solía llevar azucarillos que les daba a sus queridos ponis como premio.
Felipe de Edimburgo ayudó a diseñar el Land Rover que ha conducido el féretro con sus restos mortales a la capilla. Según la prensa británica, en 2003, con este objetivo el duque empezó a colaborar con la marca.
El esposo de la reina Isabel pidió que pintaran el coche de verde militar para recordar su relación con el ejército británico, con quien luchó en la Segunda Guerra Mundial, y se encargó de diseñar la parte trasera, que se ha adaptado para transportar su ataúd.
Al preparar su despedida Felipe de Edimburgo también miró al pasado. Aunque murió siendo duque de Edimburgo, nació siendo príncipe de Grecia y Dinamarca, algo que tuvo en cuenta al seleccionar las insignias que fueron colocadas en el altar durante el funeral.
También en el ejército tenía una familia. Especialmente, en la marina real, de la que llegó a ser primer teniente y a quien pasó revista en el que fue su último acto oficial antes de morir. Por eso fueron los marines quienes introdujeron su féretro en la capilla de San Jorge y quienes han interpretado The Last Post durante el descenso del féretro a la Bóveda Real de la capilla, donde permanecerá temporalmente.
Sobre el féretro del duque de Edimburgo reposan su estandarte, así como su gorra, su espada ceremonial de la marina y una corona de flores blancas: llirios, rosas y resia. El duque siempre regalaba lirios a la reina cuando había algo que celebrar, y esta vez ha sido ella quien ha querido depositarlos junto al príncipe. Ha añadido, además, una nota de despedida firmada por ‘Lilibet’, como llamaba Felipe y su entorno más cercano a la monarca.
Una corneta del Royal Regiment of Scotland ha interpretado A Lament y los trompetistas de la Casa de Caballería despidieron al duque con un toque de diana. Ha sido uno de los momentos más emotivos del funeral dirigido por el Decano de Windsor, David Conner, y el Arzobispo de Canterbury, Justin Welby. La música ha sido importante durante el servicio religioso porque el propio duque se esmeró escogiéndola.
Se escuchó también el himno de la Royal Navy y el de las Fuerzas Armadas y en general de todo el ejército británico, Eternal Father, Strong to Save, compuesto por William Whiting en 1860. Una pieza muy significativa para el duque, no solo por su carrera militar, sino porque se cantó en el funeral de su querido tío Lord Louis Mountbatten. El príncipe ha querido que vuelva a escucharse otra vez en su propio funeral.
Un pequeño coro formado por cuatro personas, siguiendo las medidas para evitar la propagación del Covid, interpretó Jubilate in C, una pieza que el duque encargó a Benjamin Britten para el coro de la Capilla de San Jorge.
Otros momentos significativos fueron la interpretación del Salmo 104, con música de William Lovelady, un encargo del duque al compositor para la celebración de su 75 cumpleaños; y el canto ruso por los difuntos, en honor a sus orígenes maternos.
Antes de que comenzara el funeral sonó, también a petición del duque, Rhosymedre de Ralph Vaughn Williams, que también se tocó en las bodas de los duques de Cambridge y de los Sussex y en el funeral de la princesa Diana de Gales; además de piezas de Johan Sebastian Bach, William Harris, Percy Whitlock y Louis Vierne.
El Himno Nacional y el Preludio y Fuga en Do menor de Bach fue lo último que este triste sábado 17 de abril se escuchó en Windsor mientras la Reina y el resto de los miembros de la familia salían de la capilla de San Jorge en cuya cripta descansará el duque.
Y lo hará hasta el momento del fallecimiento de la reina Isabel II, tras lo cual será enterrado junto a ella en la capilla del rey Jorge VI. La Bóveda Real fue el sitio donde también reposó la madre del duque, la princesa Alicia de Battenberg, desde su muerte en 1969 hasta que fue trasladada al Monte de los Olivos, en Jerusalén.
(Fotografías y texto curado de la página oficial de la reina Isabel / BBC y diversas fuentes disponibles en Internet)