La casa de Ernest Hemingway
No importa si eres amante de la literatura o no, estoy segura de que en algún momento has escuchado de los célebres relatos del escritor estadounidense Ernest Hemingway, autor de la obra «El viejo y el mar». En esta emotiva novela cargada de simbolismo, Hemingway trata temas como la soledad, la vejez, la sensación de cercanía a la muerte y la nostalgia, destacando la eterna lucha del hombre contra las adversidades. La obra ganó el premio Pulitzer en 1953 y en 1954 el Premio Nobel de Literatura. De Ernest Hemingway supe cursando el bachillerato cuando tuve que leer la novela. No la entendí, hoy lo puedo confesar. Años más tarde y por casualidad llegó a mis manos en el momento perfecto y su mensaje fue para mí como un recado del cielo.
Una visita obligada
Por supuesto que estando en Key West, a pocos pasos de la casa donde vivió por muchos años el escritor, tenía que hacer un espacio en la agenda para conocerla. Hoy convertida en un museo, el acogedor espacio, rodeado de palmeras, revela a simple vista las excentricidades de Hemingway, y retrata en cada espacio sus pasiones. Se casó cuatro veces, le gustaba viajar, el arte, el vino, el boxeo, los toros, la cacería, la pesca, esquiar, en fin, la aventura. Una mezcla de aficiones peligrosas de las cuales las paredes atesora espectaculares fotografías y que le permitió al escritor tener una vida emocionante que narró con maestría en crónicas, cuentos y novelas.
Excéntrico y dedicado
Criado en el seno de una familia de clase media de Illinois, hijo de un padre médico y una madre con educación musical, Ernest y sus hermanos disfrutaron algunos privilegios. Como todos los grandes escritores poseía una gran curiosidad intelectual que lo llevó a interesarse por la gente y la cultura. Tenía un salón especial para la escritura, allí todavía se conserva su máquina, se dedicaba a escribir todos los días de 6:00 de la mañana hasta el mediodía. Se dice que se concentraba más de pie, con sus amuletos de la suerte en su bolsillo derecho: una castaña de indias y una pata de conejo.
De lujo
El espacio conserva casi intacto la decoración original realizada por su primera esposa, Pauline Pfeiffer. Ella había sido editora de moda para la revista Vouge y su buen gusto quedó plasmado en cada habitación. Para la época era impresionante y aún lo es. Entre los detalles se destacan sus amplios jardines, una fuente, una bodega privada en el sótano, elegantes candelabros, mobiliario de nogal español, azulejos portugueses en la cocina, un refrigerador, todo un lujo en 1930, puertas de maderas traídas de España, pinturas en óleo, y una piscina que fue la primera residencial en la isla y que aún es la más grande.
Pero aún hay más. Hemingway era amante de los gatos con polidactilia, una mutación genética que les da dedos extra. Regularmente tienen cinco en las patas delanteras, y cuatro en las traseras los que les da un encanto adorable a estos felinos. El capitán de un barco le obsequió su primer gato, por relacionarlo de buena suerte, y hoy en día más de 40 viven en la propiedad.
El final
En sus cuentos y novelas sus personajes eran heroicos y en la historia que cuenta Hemingway en «El viejo y el mar», apunta que hay algo épico en el triunfo de un hombre contra el mundo, quizá cuestión de actitud, porque «El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado», paradójicamente, en Cuba, en 1961, a 19 días de su cumpleaños número 62, el escritor y ex corresponsal de guerra se suicidó, al igual que su padre. Quizá le faltó entender lo que me enseñó en su libro: “La negativa a darse por vencido a pesar de todo, constituye ya una victoria».