El mundo necesita más mujeres
Cuando me divorcié era muy joven, y entre las dificultades para adaptarme a la nueva vida y la carga de responsabilidades que adquirí, hubo momentos en los que no veía la luz en el camino.
Pero tuve el privilegio de conectar con dos amigas que habían vivido la misma situación, así que ellas eran mi guía y realmente fue una dicha tenerlas cerca.
Ahora lo pienso y valoro cada día más el apoyo recibido. Las anécdotas de aquellos años son numerosas, honestamente, muchas de ellas casi impublicables, pero serian perfectas para un libro, uno de esos que de seguro dejaría en el lector una extraña sensación de sentimientos encontrados.
Graciosamente nos hacíamos llamar las “chicas poderosas”, un mote un tanto ridículo para tres mujeres adultas, con hijos y miles de pesos en deuda en el banco. Pero en nuestro complicado universo fue perfecto para fortalecer una hermandad que aun mantenemos.
Lo curioso es que trabajábamos juntas y en posiciones similares, pero entre nosotras nunca hubo competencia laboral, por el contrario, aprendimos a canalizar el poder de la colaboración.
Nos ayudábamos con las labores de la oficina, íbamos juntas a hacer algunas compras, muchas de ellas con la misma tarjeta de crédito; hacíamos turnos para cuidar a los niños mientras alguna iba a l salón de belleza, y aprendimos a limitarnos solo escuchar cuando una de nosotras parecía disco rayado sobre la misma situación, sin la necesidad de opinar, de juzgar, ni de contradecir. Sabíamos claramente que ninguna era ‘salvadora’ de la otra, pero estuvimos dispuestas a brindar amor en los momentos de tristeza.
Para no estropear la amistad un día prometimos no dar consejos y dejar que cada una viviera su propia experiencia, porque lo que a alguien le parece una solución fácil, para otra puede representar un reto.
El tiempo, que todo lo coloca en su lugar, se encargó de llevarnos a cada una en una dirección distinta hasta encontrar nueva relación. También se ha hecho cómplice de muchos momentos memorables que compartimos con el entusiasmo y compromiso de aquellos días.
Mentiría si digo que no he llegado a extrañar miles de veces esas largas noches tirada en el sofá, sin nada de qué preocuparme, y amanecíamos hablando de cualquier cosa.
Ahora tenemos otras prioridades que atender, pero recuerdo con nostalgia aquellos días, y lejos de ser un pensamiento feminista, estoy convencida de que el mundo necesita más mujeres. Sí, más mujeres. De esas que saben querer, que son empáticas, de las que no les importa caminar kilómetros solo para acompañarte.
Más mujeres de esas que están dispuestas a escuchar sin importar el día ni la hora en que llames, de las que llegan de primero a la fiesta, pero también al hospital, mujeres que guardan la mejor botella de vino para cuando llegue una amiga a visitarla. Mujeres que están dispuestas a ayudar a otras mujeres, a impulsarlas, a motivarlas y a inspirar su vida.
De esas mujeres yo quiero que esté lleno el mundo… y a ellas les digo, ¡feliz Día Internacional de la Mujer!