Deja que te cuente…
Hace unos días tuve la dicha de vivir un momento mágico a través de las páginas de un libro que me motivó a reflexionar sobre esas sencillas, y a la vez asombrosas cosas, que nos da la vida y que tantas veces no agradecemos porque las dejamos por obvias.
Poco a poco hemos ido perdiendo la capacidad de asombro y valoración de lo que significa poder escuchar a nuestros hijos reír, tener una amena conversación, admirar un paisaje o caminar, y solo nos hacemos conscientes de este privilegio cuando nos enfrentamos a una pérdida.
Mildred Minaya me envió el regalo, desconozco si está consciente de que me entregó un gran tesoro. En un empaque especial me invitó a hacer un viaje apasionado y misterioso, un viaje a mi propio interior.
En el trayecto conocí a Amelia, quien tiene síndrome de Down; a Apolinar con autismo; a Cristina, a quien una bala le quitó su capacidad de movilidad; a Ivelisse, quien perdió completamente su capacidad visual; a Mariana, Tommy, Melqui y Nomar con discapacidad auditiva; y a Robert, quien perdió su capacidad visual.
La obra ‘Deja que te cuente… el mundo que miran mis ojos, que tocan mis manos’, es el compendio de nueve poderosas historias que tienen en común la pérdida de una capacidad propia del ser humano, y resalta el apoyo de la familia para superarla. Historias que elevan la dignidad humana, que inducen a mirarse en el espejo. Relatos de superación personal contados desde el amor.
Estoy fascinada con la publicación de la Asociación Popular de Ahorros y Préstamos (APAP), referente de accesibilidad e inclusión en el sistema financiero dominicano y en un modelo de responsabilidad social empresarial integrado.
La propuesta en sí misma es inclusiva, multimedia, integra formatos impresos y digitales; adaptada al sistema barille, audiovisual, audiolibro, y un corto animado adaptado a personas con discapacidad intelectual
Estas páginas constituyen un merecido reconocimiento a las personas que cada día se despiertan con la intención de ser mejores sin importar la situación que estén viviendo, y para quienes aportan desde su área para continuar rompiendo las barreras y dar acceso, de manera independiente y autónoma, a quienes tienen alguna discapacidad.
Esta obra es testimonio de que vivir una cultura inclusiva poco a poco va dejando de ser una quimera en República Dominicana, gracias a instituciones como la APAP, y estoy feliz por eso.