¡Se fue…!
Recuerdo perfectamente el día que lo conocí. Estaba pautada una cita para su entrevista de trabajo. Coincidimos en la Recepción de Listín Diario más o menos una hora antes de lo previsto. Vestía una camiseta deportiva, en su joven rostro, algunas gotas de sudor. No me detuve, seguí mi curso.
Una hora después me avisaron que la persona que esperaba ya estaba lista. Lo invité a pasar. Lo reconocí enseguida, aunque ya había cambiado su camiseta deportiva por una camisa blanca, bien planchada, de mangas largas. Su rostro se veía fresco. Bien peinado y con su mochila de la universidad llegó a mi oficina lleno de deseos de ser parte del ‘Decano de la Prensa Nacional’.
Era su primer trabajo formal, no tenía experiencia, pero me cautivó su deseo de aprender y de dar siempre lo mejor desde el primer momento. Ese día, me comentó que había llegado antes de la hora de la cita porque venía caminando desde la universidad y quería disponer de tiempo para arreglarse antes del encuentro. Me pareció sabio y responsable de su parte. No le quise preguntar el motivo, luego entendí que buscaba ahorrarse el pago de pasaje.
Desde el primer contacto no dude que estaba frente a un buen candidato. Y no me equivoqué, semanas más tarde empezó a formar parte del equipo de Relaciones Públicas de Listín Diario. Cada día llegaba a su jornada de trabajo antes de la hora acordada, hizo empatía con sus compañeros en poco tiempo y a todos a su alrededor les regalaba una hermosa sonrisa.
Era atento y amable. Servicial en sentido extremo. No recuerdo un solo día en el que tuviera que hacerle una llamada de atención, siempre estaba dispuesto a cubrir cualquier turno adicional, se ganó, con su respeto, el cariño de muchos… Muchos que hoy, al igual que yo, lamentan enormemente su partida.
Tenía tantos deseos de vivir, tantos planes, tantos sueños…, pero el destino hizo una mala jugada, y Willington fue uno más de la triste estadística de las personas fallecen en la lista de espera para un trasplante de riñón.
Lo mató el sistema, el maldito sistema, ese que niega la cobertura médica cuando padeces de una enfermedad crónica. Ese sistema que lo obligó a caminar por meses de centro en centro buscando ayuda. Un largo y desgastante proceso de diálisis le consumió la vida.
Hoy, después de ver el rostro de su madre destrozada por el dolor y ahogada en llanto, cuando lo vi tendido sobre un frío ataúd, después de haber luchado tanto, le tengo miedo al dolor, a ese que puede ser lo suficientemente intenso como para hacernos perder la razón, ese dolor incurable que ha de dejar un hijo con su partida.
¿Qué le dice uno a una madre que ha perdido uno de sus tesoros? No hay lugar en su corazón para otro deseo que no sea tenerlo de vuelta. Por desgracia, nadie puede conceder ese deseo.
A dona Mary, la madre de Willigton, y quien tanto se entregó para cuidarlo, solo le puedo decir que usted fue bendecida por Dios con un hijo maravilloso, honrado, bondadoso, solidario y respetuoso. Un joven con sólidos valores morales fomentados en el nido familiar. Y uno de los mejores colaboradores que he tenido y a quien juro, que jamás olvidaré.
¡Hasta luego mi niño querido!