Ser la madrastra… también austa

La historia de la Cenicienta se encargó de que al escuchar la palabra madrastra, inmediatamente se imagine a una mujer malvada. Una posición complicada salpicada por el miedo a decepcionar a la pareja, lo que dificulta poner límites. Si la llegada de los hijos es una prueba para las parejas, imagina los hijastros, un mayor desafío que pone en relieve no solo el amor, también la paciencia, empatía y consideración.

Y un día, de repente, te das cuenta de que no tienes la autoridad suficiente, aunque lo intentes, porque sencillamente no eres la madre, ni puedes apoyar todo, porque tampoco eres la abuela. Conseguir el equilibrio es difícil, y hasta que te preguntas: ¿lo estaré haciendo bien?

Un rol cuestionado

Solo en las escasas excepciones en que la otra parte se ha desentendido por completo o ha fallecido, tienes que suplir el rol de madre. Asumir la responsabilidad de corregir las tareas, las visitas al doctor, acompañarles a los cumpleaños y al hacer un llamado de atención revestirte de ternura y sabiduría.

Pero no te sorprendas, nada de lo que hagas evita que con los años algún día escuches la temida exclamación “¡Tú no eres mi mamá!”. Y aunque sabes que pasará se enfría el alma. Curiosamente, con los padrastros la convivencia es distinta.

Por suerte no ha sido mi experiencia. Aunque hice pareja con un hombre que tenía otros hijos, mi compromiso iniciaba y vencía con el fin de semana dos veces por mes. Nunca pretendí que fueran míos y aunque muchas veces no estaba de acuerdo con algunos temas de su crianza, me mantuve al margen, la responsabilidad la asumía su padre.

A veces pasa

Para los niños la presentación formal de una nueva pareja de su padre despeja toda esperanza de que papá y mamá puedan volver a vivir juntos, y en su pequeño mundo esa temida realidad no es fácil de aceptar, por lo que se muestran distantes y rebeldes.

Se supone que con su desarrollo emocional esta percepción va madurando, pero conozco casos de amigas que han hecho grandes sacrificios por los hijos de su pareja y al final, siendo adultos, solo reciben decepciones.

Pero no hay que ser pesimista, también he sido testigo de relaciones donde los niños de una pareja anterior se convierten en un regalo y conquistan el amor de la esposa de su padre.

Una recomendación para Rita

Mi amiga Rita está a punto de convertirse en madrastra, no tiene hijos, y por supuesto la falta de experiencia en temas de crianza la hace sentir insegura. Su vida dará un cambio de estilo y le preocupa su nuevo rol. Realmente no existen reglas para ser una buena madrastra, cada familia en función de sus necesidades irá definiendo las prioridades. Los cuatro van a necesitar tiempo para adaptarse a los cambios, para conocerse a profundidad y para comenzar a generar una relación de respeto que sea sostenible en el tiempo.

No hay nada que temer, Rita. Cada historia es diferente, mi única recomendación es que nunca trates de comprar el amor de los niños. No te presiones, no los presiones, toma tiempo ver los resultados de lo que vamos sembrando, el cariño no es hereditario, se va forjando poco a poco, con cada gesto, por eso es tan valioso. De todos modos, no caería mal desearte un poco de suerte…