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Si eres de las mujeres que vive a la espera de conocer un ‘Principie Azul’ lamento decepcionarte.
El término ‘sangre azul’ que suele hacer referencia a las personas que descienden de la realeza o las familias pertenecientes a las diferentes monarquías europeas, nada tiene que ver con el personaje mitológico de los cuentos de hada.

Deja que te cuente…

El mundo occidental previo a la Revolución Francesa de 1789 no conocía de democracias, división de poderes republicanos ni derechos humanos fundamentales. Los países no eran estados nacionales sino reinos, y los monarcas de «sangre azul» disponían de la vida y de la libertad de las mayorías de manera arbitraria.

En ese contexto, reyes y reinas, príncipes y princesas pasaban el tiempo en sus castillos, lejos de los sacrificios que padecían el resto de los mortales; y, si debían trasladarse fuera de sus fortalezas, lo hacían bien cubiertos para que el sol no les «tostara» la piel.

La blancura de la piel se convirtió en un signo de prestigio, sinónimo de privilegio, sencillamente, porque significaba que la pálida persona no trabajaba de sol a sol en el campo, embarcado en el mar o en un mercado.

Esta blancura con la que se distinguía la realeza hacía que las venas de sus brazos resaltaran por su color azul. Y en un tiempo donde la explicación del mundo no la tenía la ciencia ni el conocimiento, una vena azul era la comprobación de un título nobiliario porque se entendía que por sus venas corría sangre azul.

Dato curioso. ¿Lo sabias?

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celesteguareno@gmail.com

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