Mi Jesucristo no es una marca
Finalizada la Semana Santa a algunos aún les queda sin responder una pregunta: ¿Quién es Jesucristo? Una interrogante excesivamente profunda para ser respondida en las pocas líneas de este artículo, por alguien que carece de la preparación necesaria.
Simplificando algunas definiciones, me permito con todo respeto, citar lo siguiente: Para los católicos, es el hijo de Dios que vino a dar su vida para salvarnos del pecado; para los judíos, un profeta de escasa credibilidad; para los ateos, un personaje ficticio generado por la necesidad de creer en alguien; para los rebeldes, el revolucionario perfecto porque luchó incansablemente por sus ideales.
Lo cierto es que por siglos el nombre de Jesucristo ha sido sinónimo de respeto, amor, compasión… pero también de controversia porque gran porcentaje de seres humanos se cree ser el ‘elegido’ para comunicar su mensaje. Basta con repasar el contenido televisivo de la Semana Mayor. Al parecer, estas personas no necesitan de autorización alguna para difundir un mensaje que, en la mayoría de los casos, poco tiene en común con el mensaje de Jesucristo. Estas personas dicen poseer el ‘secreto de la salvación’, un secreto tan flexible como las necesidades que los ‘elegidos’ determinen. Tristemente muchas personas les creen y los siguen.
Sin haberlo planificado, Jesucristo se ha convertido en la marca más promocionada de la historia, muchos han utilizado su nombre como un disfraz para esconder sus verdaderas intenciones. Pero, ¿en qué momento el hijo de Dios pasó, de ser el icono de la unión entre los seres humanos, para convertirse en la excusa perfecta para generar dinero?
Antes, quien creía en Jesucristo lo demostraba con sus acciones. Hoy, Jesucristo se ha convertido en la marca más poderosa que cualquier corporación pueda llegar a tener, ya que no solo es usado para justificar guerras, muertes, venganzas, traiciones, sino también para manipular la consciencia de los individuos.
Todo esto se ha sabido aprovechar en el mundo del marketing, existen miles de libros, reportajes documentales, películas y obras de teatro, que narran su vida o cuentan historias paralelas a partir de su nacimiento y crucifixión.
Jesucristo ha sido interpretado por decenas de autores que han logrado importantes galardones por su actuación. No es que me moleste, es que prefiero un Jesucristo más íntimo y cómplice del silencio en la Semana Santa, no quiero a un Jesucristo protagonista de los afiches de decenas de películas. ¿Será que, producto de la globalización, Jesucristo se ha convertido en una marca? Mi Jesucristo está vivo, lo siento en cada latido del corazón y nada tiene que ver con la explotación comercial que se le ha dado a su nombre.